Independiente del Valle volvió a mostrar por qué es uno de los equipos más competitivos de Ecuador en torneos internacionales. Lo hizo con personalidad, fútbol y un resultado que, si bien no le dio el pase a octavos de final en la Libertadores, sí le garantizó continuar su camino en el continente a través de la Copa Sudamericana. Ganó 2-1 ante Barcelona SC en casa y, aunque la clasificación a la siguiente ronda del torneo más importante de América quedó fuera de su alcance por otros resultados, el grupo rayado supo cerrar con dignidad.
Un partido que fue mucho más que tres puntos
Barcelona llegaba con una esperanza remota. Necesitaba ganar y esperar otros resultados. Parecía tener un guion favorable cuando Felipe Caicedo, el delantero ecuatoriano de experiencia internacional, abrió el marcador con un potente remate. Su celebración fue efusiva, como si él mismo quisiera arrastrar al equipo hacia la épica. Pero fue solo un espejismo.
Independiente, acostumbrado a estos escenarios, no se desesperó. No cayó en el vértigo. Entendió que aún con el marcador en contra, tenía el control del juego. Y en cinco minutos lo dio vuelta. Patrick Mercado y Renato Ibarra, con dos goles llenos de determinación, sellaron una remontada que Barcelona nunca supo contrarrestar.
Barcelona: de la ilusión al abismo
Si para Independiente esta victoria es sinónimo de dignidad, para Barcelona representa un golpe brutal. El equipo canario, que celebra su centenario en 2025, queda eliminado no solo de la Libertadores, sino de toda competencia internacional. Sin el “premio consuelo” de la Sudamericana, el panorama es oscuro.
La expulsión de Aníbal Chalá fue el reflejo de un equipo sin control emocional. Las desconcentraciones defensivas, las imprecisiones en el medio campo y la falta de respuestas desde el banquillo dejaron en evidencia una planificación fallida.
Independiente: un proyecto que sigue dando frutos
La derrota del pasado ante River Plate por goleada dejó secuelas, pero el equipo de Javier Rabanal supo reponerse. Contra Barcelona mostró su versión más madura: con posesión, presión alta y lectura del juego. No fue solo un triunfo táctico, sino también psicológico. La presión de jugar en casa y de no tener margen de error fue canalizada como combustible para lograr el objetivo mínimo: seguir compitiendo en el continente.
Mientras uno se despide con decepción, el otro sigue escribiendo su historia con determinación. En un lado celebran la clasificación. En el otro, solo queda el silencio incómodo de otro fracaso internacional.
Escrito por: Jefferson Yazuma