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Polarización política en Ecuador: el caso Noboa y la división continental

Daniel Noboa Azín fue reelegido presidente de Ecuador el 13 de abril de 2025. Su victoria le asegura cuatro años más de gobierno tras haber ocupado la presidencia previamente. El empresario y político ecuatoriano volvió a derrotar al correísmo, representado por la candidata Luisa González, en una contienda marcada por una fuerte polarización ideológica.

Un país dividido entre correísmo y anticorreísmo

Según los resultados oficiales del CNE, Noboa obtuvo el 55,7 % de los votos frente al 44,3 % de González. El balotaje dividió nuevamente al país entre quienes rechazan el legado del expresidente Rafael Correa y quienes aún lo consideran la figura clave del progresismo ecuatoriano.

Luisa González, cercana al correísmo y finalista por segunda vez consecutiva, denunció irregularidades y pidió un recuento. Sin embargo, las misiones de observación internacional descartaron la posibilidad de fraude. A pesar de la derrota, su movimiento mantiene una fuerte presencia legislativa y una base popular sólida.

De presidente accidental a líder electo

Noboa llegó al poder en 2023 tras una elección anticipada, convocada luego de que Guillermo Lasso disolviera la Asamblea Nacional. Durante ese primer mandato, lanzó el “Plan Fénix” para enfrentar la violencia vinculada al narcotráfico. Declaró estados de excepción y militarizó las cárceles.

Estas acciones generaron críticas por su eficacia, pero también aumentaron su popularidad en sectores que exigen seguridad. Ese periodo le sirvió como ensayo político, ganando visibilidad y capital electoral para su candidatura de 2025.

Una ciudadanía polarizada y desgastada

El voto reflejó un país dividido no solo por ideología, sino por el cansancio frente a la violencia, el desempleo y la inseguridad. Noboa logró canalizar el “voto del miedo” con un discurso centrado en el combate al crimen. González, en cambio, apostó por una agenda social y redistributiva.

El electorado eligió a quien percibe con mayor firmeza frente a la crisis. Sin embargo, el mapa político muestra una nación fragmentada en términos de preferencias y propuestas.

Diferencias territoriales y brechas persistentes

En la Sierra, especialmente en Quito y sus alrededores, Noboa recibió un respaldo más fuerte. Su mensaje de seguridad y su campaña digital conectaron con los votantes. En la Costa, el panorama fue mixto. Guayaquil se inclinó levemente por Noboa, mientras que otras zonas costeras apoyaron a González.

La Amazonía registró una baja participación. Esta respuesta refleja un descontento histórico con el Estado central y el abandono de sus demandas ambientales y territoriales.

Reacciones internacionales y tensiones diplomáticas

Gobiernos como los de Estados Unidos, Rusia y Argentina felicitaron a Noboa. Destacaron la transparencia del proceso y mostraron interés en continuar la cooperación con Ecuador. Sin embargo, México y Colombia expresaron reservas.

La relación con México se tensó aún más tras el asalto a su embajada en Quito. Posteriormente, el gobierno ecuatoriano acusó a bandas mexicanas de planear un magnicidio. Claudia Sheinbaum calificó la denuncia como “infundada y provocadora”.

Colombia adoptó una postura más ambigua. Aunque Gustavo Petro no reconoció de inmediato la victoria, la cancillería emitió luego un mensaje institucional de reconocimiento.

Polarización regional: dos bloques enfrentados

El caso ecuatoriano es un reflejo de la creciente polarización en América Latina. Noboa se alinea con líderes como Javier Milei, de Argentina, quien representa una derecha radical. En el otro extremo, presidentes como Claudia Sheinbaum, Gustavo Petro, Lula da Silva y Gabriel Boric forman un bloque progresista que observa con recelo el avance conservador.

Esta división también afecta a los organismos regionales. Mientras CELAC intenta mantener neutralidad, tanto la Alianza del Pacífico como el MERCOSUR enfrentan fisuras por falta de consenso. Los discursos cruzados entre Milei, Petro y Boric evidencian que el conflicto no es solo económico, sino también ideológico y cultural.

Más allá de la ideología: ¿y la vida cotidiana?

La política regional se ha convertido en un campo de batallas personales y discursos de enemigos internos. El debate sobre políticas públicas ha sido reemplazado por narrativas polarizantes. Esto reduce la realidad a una guerra entre dos bandos irreconciliables.

Sin embargo, más allá de las afinidades ideológicas, la ciudadanía exige gobiernos eficaces. Necesita soluciones reales a problemas como la inseguridad, la pobreza y el cambio climático. Estos desafíos no distinguen entre izquierda y derecha.

¿Es posible una salida?

Hace falta un liderazgo con capacidad de diálogo y visión pragmática. Un liderazgo dispuesto a superar trincheras partidistas y buscar acuerdos mínimos. Solo con consensos básicos se podrá lograr una gobernabilidad estable, orientada al bien común.

De lo contrario, la ciudadanía seguirá pagando el precio de una clase política más preocupada por vencer al adversario que por gobernar para su pueblo.

Escrito por: Alisson Inaquiza

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