¿Cuántas veces has guardado silencio ante una injusticia que afectaba a un niño o niña?
Cada golpe, cada grito, cada silencio forzado es una cicatriz invisible que muchos niños y niñas cargan sin entender por qué. El 25 de abril no es solo una conmemoración, es una urgencia. Una alarma que nos recuerda que hay infancias que no pueden esperar más.
Lo que no siempre se ve: ¿qué es realmente el maltrato infantil?
Cuando hablamos de maltrato infantil, no basta con imaginar un golpe o una herida. El daño va mucho más allá de lo físico. Implica también la desatención emocional, el abandono cotidiano, los abusos silenciosos, el miedo constante y la normalización de la violencia disfrazada de crianza tradicional.
Muchas veces se manifiesta en gestos que la sociedad ha justificado por generaciones: gritar, encerrar, ignorar, comparar o humillar a los niños con frases como “no llores, los hombres no lloran” o “eres una carga”.
El maltrato infantil es una forma de violencia sistemática que puede dejar huellas permanentes en el desarrollo emocional, cognitivo y social de un ser humano. Afecta la autoestima, el aprendizaje, las relaciones interpersonales y puede desencadenar trastornos de ansiedad, depresión o conductas de riesgo en la adolescencia y adultez.
Las múltiples caras de una misma violencia
El maltrato infantil puede adoptar formas diversas, muchas veces encadenadas:
- Violencia física: Incluye bofetadas, empujones, quemaduras, mordidas o cualquier agresión corporal deliberada. No importa la intensidad del castigo ni la intención de “corregir”: sigue siendo maltrato.
- Violencia psicológica o emocional: Insultos, amenazas, gritos constantes, indiferencia afectiva, burlas y manipulaciones. Estos actos no dejan moretones, pero sí profundas heridas emocionales.
- Negligencia: Ocurre cuando los cuidadores omiten atender necesidades básicas como alimentación, salud, higiene, educación, afecto y protección. Es una forma silenciosa de abandono.
- Abuso sexual: Cualquier contacto o exposición de un menor a situaciones o materiales sexuales. Desde tocamientos hasta exposición a pornografía, constituye una violación grave de los derechos infantiles.
- Violencia vicaria: Se da cuando los niños presencian actos de violencia, especialmente entre sus padres o cuidadores. Aunque no sean golpeados, el miedo y la angustia los hieren profundamente.
A esto se suma una violencia estructural, muchas veces invisibilizada: sistemas judiciales lentos, escasa educación en derechos de la niñez, falta de profesionales especializados y una sociedad que, en demasiadas ocasiones, mira hacia otro lado.
¿Por qué el 25 de abril?
Esta fecha surge como una iniciativa de organizaciones internacionales como UNICEF y Save the Children para visibilizar las distintas formas de violencia contra la infancia y motivar la acción institucional y ciudadana. Aunque no está oficialmente reconocida por la ONU, varios países la han adoptado como una jornada clave de sensibilización.
Los datos son contundentes:
- Según UNICEF, 3 de cada 4 niños entre 2 y 4 años sufren regularmente castigos físicos o agresiones verbales en sus hogares.
- En Ecuador, el ECU 911 recibió cerca de 80 mil reportes de violencia intrafamiliar entre marzo y diciembre de 2020.
- Durante la pandemia, más de 12 mil niños en el país fueron víctimas de maltrato, según reportes de organizaciones sociales.
Estas cifras no son solo estadísticas. Son infancias truncadas. Son sueños interrumpidos.
¿A dónde acudir?
En Ecuador, existen varias vías de apoyo para denunciar y acompañar casos de maltrato infantil:
- Línea 102: Servicio gratuito, anónimo y disponible las 24 horas, con asesoría psicológica y legal.
- Ministerio Público de la Defensa: Ofrece representación legal y atención integral.
- Juzgados de Violencia y Protección de Menores.
- Servicios del MIES y GAD municipales: Proveen apoyo psicosocial y protección inmediata.
Más allá de la denuncia, estos espacios buscan contener y reconstruir. Porque proteger no es solo castigar: es sanar, acompañar y garantizar derechos.
Iniciativas que inspiran y protegen
Organizaciones como UNICEF, Plan Internacional, World Vision y fundaciones locales han desarrollado programas efectivos de prevención y contención:
- Escuelas para padres con enfoque en crianza positiva.
- Capacitaciones a educadores y personal médico para detectar señales de abuso.
- Apoyo psicológico a niños migrantes, desplazados y en situación de riesgo.
- Protocolos de atención que evitan la revictimización en los procesos legales.
También surgen iniciativas comunitarias cargadas de creatividad y compromiso:
- En Quito, la campaña “No más sangre” incluyó mensajes de ayuda en productos de uso diario.
- En Guayaquil, “La receta de la vecina” integró consejos sobre protección infantil en recetarios comunitarios.
Lo que aún falta: una deuda con la niñez
Aunque se han logrado importantes avances normativos en protección infantil, el maltrato sigue profundamente naturalizado. En muchas casas, se sigue creyendo que “un buen golpe a tiempo corrige”. Se calla por miedo, vergüenza o por desconocimiento.
Además:
- Las denuncias muchas veces no prosperan.
- Las víctimas son obligadas a convivir con sus agresores.
- Falta formación especializada para jueces, fiscales, docentes y policías.
- No hay suficiente educación sobre los derechos de la infancia en escuelas y medios.
No se puede construir un país justo cuando se permite, con indiferencia, la fractura de sus futuras generaciones.
¿Qué podemos hacer como sociedad?
Desde la ciudadanía:
- Escuchar activamente a los niños y validar sus emociones.
- No minimizar la violencia con frases como “a mí también me pegaron y estoy bien”.
- Denunciar cualquier sospecha, aunque parezca “poco grave”.
- Educar con firmeza, pero desde el respeto, el diálogo y la empatía.
Desde el Estado:
- Fortalecer los sistemas de protección infantil.
- Garantizar recursos humanos y económicos para responder de forma oportuna.
- Establecer programas de acompañamiento familiar sostenido.
- Formar equipos interdisciplinarios con enfoque de derechos.
Desde la comunidad:
- Crear entornos seguros en escuelas, barrios y espacios públicos.
- Establecer redes de apoyo entre vecinos, maestros y padres.
- Promover el arte, la cultura y el deporte como herramientas preventivas.
Conmemorar el 25 de abril no significa solo vestir de azul o compartir un hashtag. Es entender que cada niño y niña merece crecer sin miedo, con dignidad y amor. Que cada agresión, aunque parezca leve, es una traición al derecho más sagrado: el de una infancia libre y feliz.
- Denunciar no es entrometerse, es salvar una vida.
- Educar no es castigar, es formar desde el afecto.
- Amar no es controlar, es acompañar con ternura.
El Día Internacional contra el Maltrato Infantil nos convoca a actuar, a transformar, a comprometernos. Porque la infancia no puede esperar.
¿Estás dispuesto a ser parte del cambio y levantar la voz por quienes aún no pueden hacerlo?
Escrito por: Nicole Murillo