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Gaza: entre el asedio, el hambre y la indiferencia global

El conflicto entre Israel y Palestina es uno de los más prolongados y complejos del mundo moderno. Sus raíces son religiosas, cuando el movimiento sionista comenzó a promover el regreso de los judíos a su “hogar ancestral” en Palestina. Esta región, entonces bajo control del Imperio Otomano y posteriormente del Mandato Británico, se convirtió en el centro de disputas territoriales, religiosas y políticas. En 1947, la ONU propuso dividir el territorio en dos Estados, uno judío y otro árabe; sin embargo, esta resolución fue rechazada por los países árabes, lo que dio inicio a un conflicto que ha escalado durante décadas.

Con la declaración de independencia de Israel en 1948, estalló la primera guerra árabe-israelí, que resultó en la expulsión de cientos de miles de palestinos de sus hogares, en lo que se conoce como la Nakba. Desde entonces, el conflicto ha estado marcado por guerras, levantamientos, ocupaciones y fallidos procesos de paz. A lo largo del tiempo, la Franja de Gaza y Cisjordania han estado sometidas a bloqueos, bombardeos y constantes enfrentamientos.

En octubre de 2023, tras un ataque de Hamás que dejó 1.200 muertos en Israel y más de 250 secuestrados, el gobierno israelí emprendió una ofensiva militar masiva sobre Gaza. Desde entonces, la situación ha escalado a niveles catastróficos: alrededor de 54.000 palestinos han muerto hasta mayo de 2025, la mayoría mujeres y niños; más de 120.000 personas han resultado heridas. En contraste, Israel ha reportado cerca de 1.700 muertes desde el inicio del conflicto. La desproporción en las cifras evidencia la magnitud del sufrimiento en territorio palestino.

Uno de los episodios más trágicos ocurrió cuando un bombardeo israelí alcanzó una escuela en Gaza que servía como refugio para desplazados. Al menos 36 personas murieron, incluidos 18 niños. Israel alegó que el lugar albergaba centros de comando de Hamás, pero no se presentaron pruebas claras. Mientras tanto, la población civil sigue siendo la principal víctima del conflicto. Este ataque es solo uno de muchos que han destruido hospitales, escuelas, mezquitas y viviendas.

Además del asedio militar, la crisis humanitaria en Gaza ha alcanzado niveles alarmantes. Israel ha impuesto un bloqueo casi total a la entrada de ayuda humanitaria, incluyendo alimentos y medicinas. Organizaciones internacionales han alertado que 1 de cada 4 personas en Gaza está al borde de la hambruna. UNICEF estima que más de 15.600 niños han muerto y decenas de miles más corren riesgo inminente por desnutrición. Según la ONU, el 85 % de los niños menores de cinco años en Gaza no habían comido durante todo un día al menos una vez en los tres días previos a la encuesta más reciente.

La situación en los hospitales es igualmente crítica. Instituciones como el Hospital Nasser y el Hospital Europeo han sido atacadas o rodeadas por el ejército israelí. Muchos médicos han sido asesinados o forzados a evacuar. La falta de suministros médicos ha obligado a cirujanos a operar sin anestesia, y los enfermos crónicos no pueden acceder a tratamiento. Es evidente que el sistema de salud está colapsado. Las cifras de desplazados superan el 90 % de la población, lo que significa que casi todos en Gaza han tenido que abandonar sus hogares.

En términos de reacciones internacionales, la comunidad mundial está dividida. Más de 146 países reconocen al Estado de Palestina, incluyendo España, Noruega e Irlanda. Estas naciones han llamado a un cese inmediato del fuego y han promovido soluciones diplomáticas. Otros países como Colombia, Brasil, México y Chile han condenado los ataques en Gaza y exigido que se respete el derecho internacional humanitario. La presidenta Claudia Sheinbaum de México reiteró que su país reconoce a Palestina y apoya la solución de dos Estados. También pidió el cese del fuego y el ingreso inmediato de ayuda humanitaria.

Por otro lado, países como Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia y Reino Unido han expresado su apoyo a Israel, aunque algunos han comenzado a criticar abiertamente las tácticas militares israelíes. En la reciente cumbre del Grupo de Madrid, se discutieron medidas como un embargo a la venta de armas a Israel y la suspensión del Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea e Israel, para forzar un cambio de rumbo. Estas medidas aún no se han implementado, lo que ha provocado protestas en varias ciudades europeas.

También se ha producido una movilización ciudadana sin precedentes. En México, Colombia, Francia, Estados Unidos y otros países, miles de personas han salido a las calles para protestar contra lo que consideran un genocidio en Gaza. Se han realizado marchas, vigilias, campañas digitales y boicots académicos. El Colegio de México, por ejemplo, suspendió su colaboración con la Universidad Hebrea de Jerusalén como señal de protesta.

A lo largo de la historia, la religión ha sido utilizada como justificación para la violencia. Tanto en Israel como en Palestina, sectores radicalizados invocan a Dios para legitimar sus acciones. Sin embargo, los principios fundamentales de la mayoría de las religiones, incluido el judaísmo, el islam y el cristianismo, defienden la vida, la compasión y la justicia. Resulta profundamente contradictorio que, en nombre de la fe, se perpetre tanto dolor, muerte y sufrimiento.

El mundo observa cómo miles de niños mueren de hambre o bajo escombros, mientras las potencias se limitan a expresar “preocupación” o a enviar notas diplomáticas. Frente a esta tragedia, la inacción es cómplice. No se trata solo de un conflicto geopolítico, sino de una catástrofe humanitaria de proporciones históricas. Cada vida perdida, cada niño herido, cada familia destruida debería ser motivo suficiente para actuar. El silencio internacional es ensordecedor, y los organismos multilaterales parecen superados por la magnitud del horror.

Invitamos a quienes leen este artículo a no permanecer indiferentes. Informarse, compartir contenidos verificados, donar a organizaciones humanitarias o simplemente alzar la voz en redes sociales puede marcar la diferencia. La historia no juzgará solo a los agresores, sino también a quienes eligieron no hacer nada. La paz no es un lujo; es una obligación moral. Gaza necesita al mundo, y el mundo debe responder.

Escrito por: Alisson Inaquiza

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