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Comunidades costeras del Ecuador: entre la resiliencia y el riesgo climático

En Ecuador, el mar ha sido históricamente fuente de vida, cultura, sustento y comercio. Pero hoy, las comunidades costeras enfrentan una realidad adversa: el cambio climático está alterando su entorno de formas que desafían su capacidad de adaptación. La línea costera retrocede, el agua dulce escasea, y las tormentas son cada vez más impredecibles. Desde Esmeraldas hasta Santa Elena, pasando por Manabí y El Oro, el litoral ecuatoriano vive una crisis silenciosa que exige atención inmediata.

Un país costero en la mira del cambio climático

Ecuador posee más de 2.200 kilómetros de línea costera, donde habita alrededor del 20% de su población total, según cifras del INEC. Las provincias de Manabí, Guayas, El Oro, Esmeraldas y Santa Elena concentran actividades pesqueras, agrícolas, turísticas e industriales clave para la economía nacional.

Sin embargo, este mismo territorio es extremadamente vulnerable. Según el Ministerio del Ambiente, Ecuador ya experimenta incrementos del nivel del mar entre 3 y 5 mm por año. A este ritmo, cientos de hectáreas podrían quedar bajo el agua en las próximas décadas, afectando directamente a poblaciones como San Mateo, Muisne, Puerto Bolívar o Chanduy.

Cuando el mar avanza: inundaciones y pérdida de territorio

El aumento del nivel del mar ya es una realidad en Ecuador. La comunidad de Boca de Macho, en Guayas, es un ejemplo claro de lo que sucede cuando el mar gana terreno. La intrusión del agua salada ha invadido zonas agrícolas, contaminando fuentes de agua dulce y obligando a reubicar a familias enteras. En Muisne (Esmeraldas), el retroceso de la línea costera ha dejado viviendas semidestruidas y ha forzado la migración interna.

Las estimaciones del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) indican que, si las emisiones globales no se reducen, el nivel del mar podría subir hasta 1 metro en 2100. En Ecuador, eso significaría la desaparición parcial o total de varios poblados costeros, especialmente aquellos asentados sobre terrenos bajos y sin defensas naturales.

Erosión costera: una amenaza que devora el litoral

Las playas retroceden y la infraestructura peligra

La erosión en las costas ecuatorianas ha sido documentada por instituciones como el INOCAR y la Secretaría de Gestión de Riesgos. Zonas turísticas como Las Palmas (Esmeraldas) o Puerto Cayo (Manabí) han perdido varios metros de playa en pocos años. Esto afecta no solo al paisaje, sino a la seguridad de viviendas, hoteles y carreteras.

Entre las causas, se identifican:

  • Alteraciones en las corrientes oceánicas
  • Construcciones costeras sin planificación
  • Deforestación de manglares
  • Extracción descontrolada de arena

La erosión reduce la capacidad natural de amortiguar las olas, lo que convierte incluso mareas normales en eventos destructivos. Las comunidades pesqueras, muchas veces construidas con materiales precarios, son las más expuestas.

Clima extremo y temporadas más largas de lluvias

Tormentas más intensas y cambios en los patrones de precipitación

Ecuador ha experimentado un aumento en la frecuencia e intensidad de lluvias torrenciales, especialmente en zonas costeras durante eventos de El Niño. El de 1997-98, por ejemplo, dejó más de 300 muertos y pérdidas superiores a 3 mil millones de dólares, afectando seriamente a la infraestructura de Manabí y Guayas.

Hoy, fenómenos similares se presentan con mayor irregularidad, pero también con más fuerza. Las lluvias provocan desbordamientos de ríos, deslizamientos y colapsos de vías. Además, alteran los ciclos agrícolas y afectan la pesca artesanal, pues el cambio de temperatura en el mar modifica las rutas de especies marinas clave.

Intrusión salina: la amenaza invisible en los acuíferos

Cuando el agua dulce ya no es potable

En zonas como Santa Rosa (El Oro) y Playas (Guayas), la intrusión salina en los acuíferos ha generado crisis de abastecimiento. La sobreexplotación de pozos subterráneos, combinada con la subida del nivel del mar, ha permitido que el agua salada penetre y contamine fuentes vitales.

Según la SENAGUA, más del 30% del agua utilizada en zonas costeras proviene de acuíferos. La salinización compromete no solo el consumo humano, sino también el riego y la producción agrícola. Algunas comunidades han tenido que depender de camiones cisterna, generando costos adicionales y tensiones sociales.

Impacto económico: más allá de la pesca y el turismo

Las pérdidas se multiplican con cada fenómeno extremo

La costa ecuatoriana es motor económico nacional. Sectores como:

  • Pesca artesanal e industrial
  • Turismo costero
  • Agricultura y camaroneras
  • Comercio portuario

son altamente sensibles al clima. Las inundaciones, la erosión y la falta de agua afectan la productividad. Por ejemplo, en Puerto Bolívar, varios pescadores han reportado reducciones de hasta 40% en las capturas debido a la migración de especies y cambios en las temperaturas marinas.

Además, el turismo —clave en Salinas, Manta, Ayangue y otras zonas— ha disminuido durante temporadas lluviosas prolongadas o después de tormentas. La reconstrucción de infraestructura pública y privada representa un gasto que muchos municipios no pueden sostener sin apoyo estatal.

Migración climática: abandonar el hogar por obligación

Cuando ya no queda otra salida

En comunidades como San Jacinto (Manabí) o Punta Carnero (Santa Elena), las familias han comenzado a migrar por la pérdida de viviendas o medios de vida. Estos desplazamientos no son masivos aún, pero se han vuelto frecuentes. Lo grave es que no existen marcos legales claros para los desplazados climáticos internos.

Esta migración genera presión sobre otras zonas urbanas, como Guayaquil o Portoviejo, donde los recursos también son limitados. Además, implica una ruptura cultural profunda: se pierde el arraigo, la historia local y las redes comunitarias que antes sostenían la vida costera.

¿estamos actuando a tiempo?

Políticas públicas insuficientes y desconexión local

Aunque Ecuador cuenta con marcos legales como el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC), su implementación en zonas costeras es desigual. Muchos municipios carecen de recursos técnicos, humanos y financieros para actuar de forma efectiva.

Además, las obras de mitigación —como malecones, rompeolas o reforestación de manglares— son muchas veces reactivas y no preventivas. La planificación territorial sigue permitiendo asentamientos en zonas de alto riesgo, y los sistemas de alerta temprana no llegan a todas las comunidades vulnerables.

Caminos hacia la resiliencia costera

Naturaleza, comunidad y planificación como ejes de adaptación

Para que las comunidades costeras del Ecuador enfrenten el cambio climático con éxito, es urgente combinar tres enfoques:

1. Restauración de ecosistemas protectores

  • Reforestación de manglares
  • Protección de dunas y estuarios
  • Uso de barreras naturales en vez de cemento

2. Participación comunitaria

  • Incluir a las comunidades en el diseño de soluciones
  • Rescate de conocimientos ancestrales
  • Fortalecimiento de redes locales de respuesta

3. Infraestructura adaptativa

  • Urbanismo sensible al clima
  • Monitoreo de acuíferos
  • Redes de alerta en tiempo real

La costa no puede esperar. Cada temporada perdida significa más vidas en riesgo y más territorios que podrían volverse inhabitables.

El futuro de las costas también es el futuro del país

Lo que ocurre hoy en las costas del Ecuador no es un problema local. Es un síntoma claro de una crisis global que ya toca nuestra puerta. Pero también es una oportunidad para hacer las cosas de forma diferente.

La resiliencia no es solo reconstruir. Es prevenir, planificar, educar y respetar los ciclos de la naturaleza. Las comunidades costeras han vivido por generaciones en armonía con el mar. Hoy necesitan el respaldo del país entero para seguir existiendo.

Porque proteger la costa no es solo defender el borde del mapa. Es cuidar la vida que allí late, frente a la brisa y bajo el sol.

Escrito por: Jhorlene Pinargote

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