El enfrentamiento entre Barcelona SC y River Plate por la Copa Libertadores dejó claro por qué el equipo argentino es uno de los más temidos del continente. Desde el arranque, los dirigidos por Marcelo Gallardo mostraron personalidad, ambición y sobre todo una idea de juego clara: posesión de balón, movilidad constante y presión alta. Fue así como lograron abrir el marcador rápidamente, gracias a un Sebastián Driussi encendido, que confirmó su buen momento con un golazo cruzado apenas a los 7 minutos.
Barcelona, lejos de hundirse, respondió con una admirable reacción: el empate llegó a los 15 minutos por medio del uruguayo Octavio Rivero, quien con un cabezazo impecable venció a Franco Armani. En ese momento, el partido parecía prometer emociones parejas, pero River nunca perdió el control real del juego. Aunque los ecuatorianos apostaban por transiciones rápidas y subidas de sus laterales, la calidad técnica y la capacidad de River para encontrar espacios terminaron marcando la diferencia.
Facundo Colidio puso el 2-1 antes de la media hora, aprovechando un balón suelto fuera del área. Más allá del marcador, lo llamativo fue cómo River lograba sostener su dominio incluso sin generar una catarata de chances: era suficiente con saber cuándo acelerar, cuándo pausar y cómo aprovechar los errores rivales.
El segundo tiempo empezó igual de frenético: Miguel Borja, recién ingresado, asistió al joven Franco Mastantuono, que no había brillado, pero nuevamente dejó su sello goleador. Sin embargo, Barcelona tuvo un golpe de suerte inmediato: un desafortunado autogol de Martínez Quarta puso el 2-3, dejando el partido abierto.
Lo más interesante del análisis táctico vino después. Con el marcador a favor, Gallardo ajustó piezas desde el banco, refrescó el mediocampo y blindó la defensa con una línea de cinco. Esta decisión fue clave: River dejó de ser tan voraz en ataque, pero ganó estabilidad y manejo. El Barcelona, aunque voluntarioso, no supo cómo romper ese bloque compacto y apenas tuvo un tiro efectivo al arco en todo el segundo tiempo.
La lectura del entrenador fue magistral: priorizó el control por encima del vértigo. El resultado no solo significó tres puntos valiosos, sino que extendió el invicto de River a 14 partidos y lo consolidó como líder absoluto del Grupo B, dejando a Barcelona complicado en la pelea por la clasificación.
Más allá del resultado, el duelo deja una enseñanza para el Ídolo del Astillero: no basta con replegarse y esperar el error del rival. A este nivel, se necesita orden táctico, ideas claras y, sobre todo, capacidad de reacción estratégica. El fútbol sudamericano no perdona la ingenuidad, y River, con oficio y jerarquía, lo demostró una vez más.
Ahora, con la clasificación bien encaminada, el Millonario piensa en su frente local, mientras Barcelona deberá levantar cabeza si quiere mantener viva su esperanza continental. La Libertadores no da tregua.
Escrito por: Jefferson Yazuma